domingo, 11 de mayo de 2014

Los 15 minutos más caros de mi vida.

Cierto día de diciembre de 2010, me encontraba realizando un turno de fin de semana en mi trabajo. Al medio día observé que en un campo de futbol cercano se encontraban unos jóvenes jugando alegremente un partido amistoso de futbol, más como diversión.

Mientras pasaba mi vehículo en la calle frente a ellos observé y logré ver, a la distancia, que un caballero ya mayor, posiblemente tendría unos 40 o 45 años se encontraba entre el alegre grupo.  Me detuve por completo. Logré ver mientras corría que tenía una barriga prominente, parecida a una mujer embarazada. Su camisola deportiva por fuera le no le hacia ninguna favor.


Al mismo tiempo que observaba, recordé que en mis mejores años, de los 15 a los 25 yo jugaba futbol, básquetbol y corría como aquellos alegres muchachos. Suspiré profundamente recordando aquellos años en que nunca me sentía cansado. Podía incluso jugar dos partidos de 90 minutos ¡Sin parar! Siempre tenía grandes energías.

De pronto pensé que aquel caballero posiblemente estaba haciendo deporte para lograr controlar precisamente eso, su obesidad. Como me encontraba sentado en mi vehículo, recordé mi barriga que desde hace algunos año no hace más que crecer y crecer, junto con la cantidad de libras de peso que me indica la balanza cada vez que me peso en ella.

Mi barriga esta casi igual de grande -pensé.  Para ese día yo cumplía casi dos años de no hacer ningún ejercicio físico. Por terminar mis estudios de ingeniería agrícola al mismo tiempo que trabajaba en una importante agroindustría local yo había dejado mis hábitos saludables que me habían acompañado por muchos años, desde mi adolescencia temprana.

Ahora, recién había salido de un tratamiento de arritmia cardiaca por la cual había tenido que tomar medicamentos y asistido a la Liga del Corazón durante dos años bajo supervisión de un cardiólogo. Me encuentro aquí parado frente a un grupo de saludables muchachos y un valiente señor que trata de arreglar su vida.  ¡Se acabó esta pereza! - volví a decirme.

Arranqué el carro y me dirigí hacia mi casa, desempolvé mis zapatos deportivos, me vestí para la ocasión y corrí hacia aquel lugar en busca de recobrar mi antiguo peso y salud.  Saludé a todos y pedí que me dejaran participar del juego en calidad de amigo.   Vamos! entré al campo - me dijeron todos muy alegres.  Sin mediar más palabras corrí como loco detrás del balón. Corrí y corrí tratando de demostrarles a los jovenzuelos que se encontraban frente a un gran jugador de futbol que tradicionalmente había jugado de defensa.

Al terminar después de una hora aproximadamente, todos me felicitaron y a pesar que corrí muchsimo aquella tarde, mi cuerpo se sentía vibrante. Al despedirnos hicimos compromiso de volvernos a juntar el próximo domingo para jugar nuevamentje.

Esa fue la última vez que los ví.  ¿Por qué? ¿Que les pasó?   Pues a ellos creo que nada. Fue a mí a quien durante la noche de aquel domingo mi rodilla derecha se hinchó y dolió tanto que hasta hoy, despues de 4 años, no volví a jugar un partido de futbol más.  No tengo más espacio para relatar el por qué, lo haré detalladamente en un próximo boletín. Sin embargo les diré que la explicación del médico traumatólogo que he estado visitando desde esa fatídica semana, es que no hice los ejercicios de calentamiento necesarios para jugar sin ningún riesgo.  No pocas veces me lo ha recordado, para mi disgusto.   El tiempo que he perdido en visitas al médico y el dinero que he invertido ha sido mucho más que si hubuera dedicado unos 15 minutos en calentamdiento adecuado.   Esos son los 15 minutos mejor pagados en mi vida, si los hubiese sabido aprovehcar.

¿Le ha pasado alguna vez algo parecido a usted o a alguien que conoce? ¿Qué piensa?


Espero sus comentarios.


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